Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1671
Legislatura: 1899-1900 (Cortes de 1899 a 1901)
Sesión: 13 de noviembre de 1899
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 60, 1820-1821
Tema: Conducta política del Gobierno durante el último interregno parlamentario

El Sr. SAGASTA: Señores Diputados, jamás me he visto dominado por mayores perplejidades que las que en estos momentos me asedian. Verdaderamente no sé qué hacer. Los sucesos de Barcelona han tomado, de cuarenta y ocho horas a esta parte, carácter tan grave, y resuena su eco tan peligrosamente en otras partes, que declaro con sinceridad coartan mi libertad de acción y ponen coto a mi palabra. Lo que hubiera dicho hace dos o tres días, sin creer que mis palabras pudieran tener resonancia en mal sentido en otras partes, no me decido a exponerlo hoy.

No me levanto, pues, para pronunciar un discurso, ni siquiera para contestar a las alusiones que, benévolamente, me han hecho los ilustres y brillantes oradores que me han precedido en este debate, porque, después de todo, ¿qué importancia puede tener lo que haya de decirles y lo que puedan contestarme, ante la importancia y la gravedad del conflicto que tenemos delante?

Los sucesos de Barcelona han tomado un carácter grave. Antes podían considerarse como una lucha entre contribuyentes morosos que se negaban al pago de la contribución, pero pacíficamente, y el Fisco; pero esos contribuyentes morosos, en mayor o menor número, han encontrado apoyo y están alentados por la ciudad entera de Barcelona; de manera que aquel conflicto, en vez de una lucha entre muchos o pocos contribuyentes morosos y el Fisco, ha pasado a ser un duelo a muerte entre Barcelona y el Gobierno.

¿Qué podemos hacer, Sres. Diputados, en este duelo? ¿Qué vamos a conseguir con nuestros discursos? Yo no temo que los que pronunciemos, ya en defensa de una parte, ya en defensa de otra, ya combatiendo a las dos a la vez, no harán más que empeorar las condiciones del duelo y quizá agrandar y extender un conflicto, desgraciadamente ya bastante grande y bastante extenso.

Pues bien, Sres. Diputados, estos momentos no son propios para pronunciar discursos, ni siquiera para determinar quién ha tenido la mayor parte en el conflicto que tenemos delante, ni para exigir responsabilidades; eso vendrá después. Ahora lo que importa, sobre todo, es procurar solventar y terminar un conflicto que hoy aparece como hoguera amenazadora, pero que pudiera extenderse hasta llegar a ser incendio devorador y espantoso. A impedir eso deben dirigirse todos nuestros esfuerzos, porque todos estamos igualmente interesados en ello. Yo no he de pronunciar un discurso atacando al Gobierno, como pensaba haberlo hecho antes de que el conflicto tomara las proporciones que ahora reviste; sólo haré algunas indicaciones en busca de una solución, de un medio para terminar un conflicto que, hoy por hoy, tiene amenazados grandemente los intereses de Cataluña, y que mañana podría amenazar los de toda España.

Cualquiera que sea la conducta de los contribuyentes morosos de Barcelona, cualquiera que sea hoy la conducta de los barceloneses, cualquiera que sea también el concepto que unos y otros hayamos for- [1820] mado de esa conducta y de esa actitud, es lo cierto que, según mis noticias, allí no ha habido absolutamente ningún acto de resistencia a la fuerza pública, y mucho menos ha habido ningún acto de agresión contra la autoridad.

Según mis informes, tampoco hay síntomas, síntomas de alguna importancia, ni temor fundado, de que estos actos de violencia, de agresión, de resistencia, se cometan en adelante y puedan hacer necesarias las medidas extraordinarias que el Gobierno ha adoptado.

Ahora bien, Sres. Diputados; ahora bien, Sr. Presidente del Consejo de Ministros; si esto es así, pudiera suceder que S.S. entendiera que aquellas medidas extraordinarias, necesarias en concepto de S. S. cuando las adoptó el Gobierno, sean ya innecesarias, puesto que ni se han realizado los actos que el Gobierno temía, ni hay temor de que se realicen en adelante. Si el Gobierno creyera, en efecto, esto, abriría un camino por el cual podríamos ir todos en busca de una solución.

Si el Gobierno creyera que las medidas extraordinarias establecidas eran innecesarias, claro está que como esas medidas no se deben sostener más que durante el tiempo que crea el Gobierno que son de absoluta necesidad, se puede levantar el estado de sitio y la suspensión de garantías, poniendo término al estado de guerra, después de lo cual, los comerciantes, entiendo yo que pagarán sus cuotas como si nada hubiera pasado. Y restablecida la normalidad, cuando vengan aquí los Diputados de Cataluña, y junto con nosotros y de acuerdo con nosotros expongan las peticiones de aquel país, si ellas son razonables y no ceden en detrimento de las demás provincias hermanas, ni en detrimento, tampoco, de las altas funciones del Estado, no tengan duda que serán aprobadas. De todos modos, nos ayudarían a conseguir un presupuesto en las condiciones que demanda la opinión pública; nos ayudarían a conseguir una mejora de la Administración, basada en la reorganización de todos los servicios del Estado; nos ayudarían a conseguir una descentralización que permitiera a las provincias y a los Municipios la administración de los intereses que les son peculiares, la construcción de sus obras públicas y la resolución de todos aquellos asuntos que, no refiriéndose al interés general del Estado, no tienen necesidad de la intervención del Poder central.

Y entiéndase que, al hablar de las provincias de Cataluña, lo hago porque no he tenido más remedio que ocuparme de ellas; pero ni yo ni ninguno de los representantes de la Nación española, en el cumplimiento de nuestros deberes de contribuir al bien público, hablamos de provincias catalanas, andaluzas, ni castellanas, sino de provincias españolas, igualmente acreedoras de nuestro esfuerzo, de nuestro cariño y de nuestra atención.

Por eso nos duele a todos los españoles, que cuando Barcelona y su provincia están disfrutando de una prosperidad que jamás tuvieron; cuando las fábricas trabajan como no trabajaron nunca, sin poder dar abasto a los muchos pedidos que tienen; cuando los fabricantes están naturalmente recibiendo la recompensa de la inversión de su capital y de la aplicación de su inteligencia, y los obreros tienen por mucho tiempo asegurado el jornal; cuando por todas partes se ven esas corrientes de trabajo, de asociación y de progreso, ocurran acontecimientos que pueden venir a cegar esas fuentes de tan gran riqueza y a interrumpir y detener las corrientes de tanta prosperidad.

Pues bien; este conflicto, que, como digo, puede cegar esta fuente de riqueza y destruir aquella prosperidad que también se observa, aunque no en tan gran escala, en otras regiones de nuestra pobre España; este conflicto es necesario que desaparezca y que desaparezca pronto. ¿Cómo? De ahí las indicaciones que acabo de hacer. ¿Dan resultado? Yo habré quedado satisfecho. ¿No lo dan? Pues habré cumplir con mi deber, y el país, por lo menos, reconocerá el patriotismo de mi intención. No tengo más que decir. (Muy bien, muy bien.)



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